viernes, 11 de febrero de 2011

Vida en el pueblo (2011)



Cuando Juan Antonio Corretjer escribió “Vida en el pueblo”, los árboles de Ciales eran solo pequeños tallos germinando de la tierra y las almas que los cuidaban, luchaban incansables por sus sueños… Hoy, la realidad contrasta inmensamente con aquellos versos.

Ciales ha crecido en algunos aspectos, aunque todavía se siente la sensación de un pueblo pequeño. El Río Grande sigue igual de caudaloso como antes, saludándonos con su cause, mientras se siente ignorado. Las calles siguen rechinando bajo las ruedas de los coches y una que otra herradura, pero atrás quedaron llenos de riquezas los carros de mulas. Todavía continúa la gritería de hombres robustos, pero no de palabras tan limpias… y las almas simples y buenas, cada día van desapareciendo.

La tierra sigue siendo una madre prodigiosa, pero a sus hijos ya no les interesa mantenerla. Un suelo al que el jibaro alimentaba con sus propias manos, dejando en él, todo su amor, sus sueños, su humildad y corazón…Hoy simplemente espera a ser usado, mientras se duerme en el olvido. El sentimiento de orgullo prevalece, aunque no sabemos como, ya que el hambre de superación ha desaparecido.

Aquella casa antigua, con techado de tejas y maderas crujientes, que tenia el patio grande y su alto ciruelo, ha sido remplazada por estructuras en concreto sin ningún propósito alentador. Los soñadores han abierto sus ojos a una realidad conformista, donde las pinturas de Campeche desaparecieron sin ser procuradas. Aquellos “Titanes” se han ido encogiendo.

Ciales sigue ardiendo, pero esta vez en su pena. Y no hay manos sangrantes que conduzcan sus baldes desde el río, ya que el poderío de sus aguas fue calmado por una represa de indiferencia. Los “Yankis”, los divisionistas… aquellos que con tanta rabia alejaste, entraron a galope y se establecieron en comercios, de forma permanente. Nadie nos toma en la falda…y nadie nos ha leído. Apenas nos visitan los fogosos ricos de San Juan, y tan veloces como rayos, es su visita. Al maestro Hostos no procuran, y ser humilde es sinónimo de vergüenza.

Atrás quedo aquel Casino con sus bailes y orquestas. Los violines y la poesía son solo recuerdos. Pero todavía habemos quienes nos gusta ver el sol cuando éste arde su último leño, ya no sobre las cabañas, sino sobre viento. Los coquíes, son los únicos que aún siguen fieles a sus fiestas, mientras me observan y me acompañan en mis noches de musa, bajo la luna llena.

Aquellos pequeños tallos, hoy son enormes arbustos, y sus copas en lo alto de la Cordillera, se han convertido en aquellos versos de sentimiento arcano. Nos arropan, nos observan…Nos cobijan en su sombra y gritan en silencio: Ciales, tu sueño aun no ha muerto...


Vida En El Pueblo (1950)

2 comentarios:

  1. Nice! muy en línea con un poema que escribí hace 2 semanas... http://www.facebook.com/note.php?note_id=10150091573502088

    - Wassilys

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